SANTO DOMINGO. 26enero 2009-(listindiario)
La noche del 27 de febrero de 1844 un grupo de jóvenes levantó por primera vez sobre los suelos de Quisqueya la bandera del pueblo dominicano, terminó con 22 años de ocupación extranjera y proclamó al mundo el nacimiento de una República libre e independiente.
Los Trinitarios acudieron a la Puerta del Conde resueltos a conseguir la libertad o la muerte, pero su valentía no descansaba en los trabucos, sables y machetes que portaban, sino en la firmeza de los ideales que les había inculcado el líder máximo del movimiento separatista, Juan Pablo Duarte.
El Padre de la Patria se había preocupado por transmitir a sus amigos y compañeros de lucha los sueños y el patriotismo que lo embargaban.
Para ello se valió de un recurso empleado por la mayoría de los pueblos libres del mundo en sus procesos revolucionarios: el arte.
Duarte conocía el poder de persuasión que alcanzaban las ideas presentadas desde una perspectiva artística.
A temprana edad, cuenta el historiador Juan Gilberto Núñez, apartaba algunas horas del día para tocar guitarra y flauta. Acostumbraba agradar a su familia recitando en voz alta los versos que escribía, algunos motivados por el amor que el joven revolucionario sentía por María Antonia Bobadilla, con quien llegó a formalizar relaciones.
Cultura compartida
En 1832, cuando regresó de un viaje de estudios por Estados Unidos, Inglaterra, Francia y España, el joven Juan Pablo ya estaba contagiado del espíritu romántico que arropaba a las sociedades europeas.
Las principales características de este movimiento, creador de una nueva concepción de la vida, fundada en los valores intuitivos y sentimentales, estuvieron presentes en las diferentes etapas de su vida adulta.
“Volcó su romanticismo en su obra, en su vida, en sus sueños, en su actitud, en su generosidad; en el carácter secreto de La Trinitaria, en el juramento firmado con sangre de sus venas”, apunta Mariano Lebrón Saviñón en su obra “La cultura del patricio Juan Pablo Duarte.
Compartió su sed de conocimiento y de cultura con los trinitarios. Matías Ramón Mella, Juan Isidro Pérez, Pedro Alejandrino Pina y Francisco del Rosario Sánchez, quienes estudiaron textos literarios que él les prestaba.
Para 1840, cuando los haitianos comenzaron a sospechar de la existencia de un movimiento secreto, los “muchachos” encubrieron las actividades conspirativas de La Trinitaria bajo el manto de La Filantrópica, una agrupación con aparente carácter cultural, cuyas reuniones, “a manera de veladas literarias”, se realizaban en casa de Pedro Alejandrino Pina.
UNA INSPIRACIÓN PARA LA PINTURA
No han sido uno ni dos los pintores que se han inspirado en la figura de Duarte como tema para hacer arte. “Los ojos azules, el mirar sereno, la tez suave, el color de rosa, los labios finos y la cariñosa sonrisa” a la que se refirió José María Serra al hablar del rostro del patricio, han sido la musa de muchos artistas plásticos que usan su pincel para hacer historia con la pintura.
En el artículo “Documentos y Objetos Duartianos”, de Emilio Rodríguez Demorizi, asegura que el primer óleo de Duarte fue una miniatura que existió en 1840.
Sin embargo, es en 1887 cuando Alejandro Bonilla hace un retrato; a éste le siguieron dos pinturas, la última de ellas se oficializó a nivel nacional.
Después de Bonilla, la persona más versada en la figura de Duarte fue Abelardo Rodríguez Urdaneta. El primer trabajo que realizó del libertador se conoció en 1890.
A estos dos artistas de la pintura les siguió la generación del siglo XX, un grupo que, a pesar de que existía una foto que sirvió de modelo para pintar al héroe nacional, supo poner sus toques distintivos en cada pintura.
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